jueves, 22 de marzo de 2012

¿Qué le sigue al bocinazo?


Bocinas, marchas, sirenas. Cortes, paros manifestaciones. Todos ejemplos de manifestaciones populares, directamente ejecutadas por el ciudadano organizado en un grupo que busca llamar la atención y “hacer agenda” ante una democracia que de representativa por momentos se vuelve endogámica.
Hoy a más de uno de los que empezamos la jornada en Buenos Aires nos sorprendió el éxito del bocinazo social, que a las 8:32 comenzaron familiares de las víctimas del accidente de Once y siguieron muchos.

Parecía un enorme embotellamiento, con autos, colectivos, taxis y motos que no podían pasar y se prendían a la bocina. Pero eran ciudadanos de a pie, que después de un mes de la tragedia, sacaban cuentas y la ecuación les daba: Schiavi afuera – TBA Adentro= Más manoseo y micrófonos que justicia.
No es la primera vez que en nuestra democracia la sociedad muestra ingenio para hacerse escuchar. Quienes alguna vez oímos la sirena que suena en cada acto aniversario del atentado a la AMIA, sentimos lo mismo que hoy a la mañana: la piel de gallina, sensación de impotencia y, por qué no decirlo, desesperanza también.

Protestas sociales, paros, hechos de inseguridad, accidentes, incidentes y enojos se producen en todo el mundo. Si fuéramos de mayor a menor, las protestas abarcan el todo.
La exteriorización, es expresada por derecho en democracia; y eso no pasa en todo el mundo, hay países donde aun protestar y opinar es peligroso. El círculo se achica.

Ese círculo se cierra más cuando pensamos en el después. ¿Qué hay después de la sirena? ¿Qué pasó a las 9 de la mañana cuando los bocinazos cesaron? ¿Qué pasa cuando se levanta el corte y se disuelve la asamblea? Ahí aparecen dos caminos, la democracia representativa que escucha, actúa y en fin, representa; o la democracia sorda, corporativa, autorreferencial y pobre. Pobre porque no escucha y de a poco deja de representar. Un trosko diría el perverso sistema.
No pretendo hacer un alegato a favor de la democracia directa. Hay quienes dicen por ahí, que para espantarse de lo que podría ser una democracia directa basta con sólo leer los foros en los diarios digitales. No pretendo hacer anarquismo tras la PC. No busco deshacer y quemar todo llamando a una rebelión popular. Pero no podemos mirar hacia otro lado. Una sociedad que no cree en su justicia, que no puede distinguir a la protesta como medio y la vuelve un fin en sí mismo porque no encuentra un horizonte posterior, se estanca y no progresa.

Hoy tuvimos dos sensaciones. Una, la de una sociedad solidaria, que se expresa ante la injusticia y se inquieta ante el silencio oficial. Otra, la de la desesperanza, la falta de confianza y el desgano. Esa sensación se siente seguido. La sentimos con Famatina, la sentimos con el Indoamericano, la sentimos con los crímenes vinculados a la violencia de género, y la lista podría seguir.
Si queremos construir en serio un país de oportunidades, certezas y progreso,  tenemos que meternos en el círculo más chico.

Siempre pudimos protestar y opinar, eso está en la esencia del ser humano viviendo en comunidad. Desde el ´83 y después de mucho tiempo podemos hacerlo con algunas seguridades  y derechos reconocidos. Ahí pasamos como comunidad el límite del miedo.
Pero no pudimos romper una barrera. La del escepticismo ante lo común, ante la injusticia. La de empezar a creer que la igualdad, también es ante la ley, que la equidad se practica más allá de quién se trate.  

Podemos medir el crecimiento en números, y es legítimo que lo hagamos. Tal vez alguno de esos números nos hagan sentir desarrollados, felices, “en el primer mundo”, en las reuniones del G20. Pero las sociedades desarrolladas, maduras y equitativas, las más justas, también se miden en confianza, esperanza y justicia. En eso, hace rato que miramos desde afuera.

1 comentario:

  1. no pusiste nada (entre paréntesis) ???, me habían dicho que se te escapa el instinto entre paréntesis.

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