jueves, 21 de marzo de 2013

No Vale nada.


Malargüe es la localidad más austral de Mendoza. Tiene 27.000 habitantes y es el departamento más extenso aunque uno de los menos poblados. De esos 27.000 habitantes, quitando jubilados y menores de dieciocho años, Malargüe cuenta con alrededor de 17.000 personas en edad económicamente activa. De ellos 821 trabajaban en la explotación de Potasio- Río Colorado.

En San Rafael, departamento cabecera del sur de Mendoza, viven unas 190.000 personas. De ellos, quitando niños y jubilados, quedan unas 115.000 personas en edad económicamente activa. 600 trabajaban en la Vale.

A un sueldo promedio de ocho mil pesos mensuales, en Malargüe van a faltar por mes seis millones y medio de pesos. Con ese mismo sueldo promedio, en San Rafael faltarán casi cinco. En Malargüe, es algo así como trescientos ochenta y dos pesos por malargüino económicamente activo, en San Rafael algo más de treinta pesos.

El comercio, el agro, la industria y toda expresión económica de la región, ya lo está sintiendo. Si a esos números, sumamos los provenientes de otros lugares y los indirectamente empleados podemos superar los nueve mil.

Es difícil encontrar un caso que concentre y refleje tan claramente las debilidades y la mala praxis de gestión del Kirchnerismo. En el caso Vale hay de todo. 

Hay errores de política exterior del Kirchnerismo, que no ha cesado en el fomento de conflictos comerciales con sus países vecinos; especialmente Brasil, lugar de origen de la empresa Vale. A la par de los humores e ideas de Moreno, dos o tres veces por año miles de dólares en productos durables y perecederos quedan frenados en la aduana por días, semanas y hasta meses, sin explicaciones evidentes, lógicas o comprensibles. Un país así, difícilmente pueda contener y dar garantías a una inversión de seis mil millones de dólares.

Hay errores de política económica del Kirchnerismo, que hace inviable inversiones a priori rentables. Con una inflación piso de 25% y expectativas de expansión y un tipo de cambio relativamente estable, la pérdida de competitividad es alarmante.

Pero además el caso Vale nos sirve para ponderar otras cuestiones. Es muy común  escuchar que la institucionalidad, el equilibrio de poderes y el federalismo son intangibles, no hacen a la calidad de vida, no son en realidad activos en sí mismos. Vale pone en evidencia todo lo contrario. 

El deterioro de la calidad institucional de la Argentina es tal, que para salvar el proyecto dependimos de una reunión entre Dilma Rousseff y Cristina Kirchner que no se realizó por la muerte de Chávez. En un país que tiene ministerios de economía, industria, infraestructura, un jefe de gabinete y centenares de funcionarios jerárquicos, la reunión que podía salvar el proyecto no se hizo porque la cumbre presidencial no fue posible. Casi una foto de la época medieval donde las guerras se iniciaban por malos entendidos entre los príncipes, y debajo de ellos no había nada, solo soldados.

A su vez, ese deterioro institucional afecta profundamente al federalismo. Mendoza cuenta con un gobernador, y San Rafael y Malargüe con dos intendentes, que practican acríticamente y durante las veinticuatro horas del día un chupamedismo militante digno de una obra teatral. La capacidad de los responsables de las administraciones municipales y provincial es reducida, pues se trata de delegados de la presidenta más que representantes de su pueblo. 

La realidad, es que en el sur de Mendoza el modelo ha pegado duro, mostró su peor cara, la de la desidia y necedad de sus gobernantes; la de un gobierno que en 2013 se lo ve aturdido y preocupado solamente por la sucesión, porque un presidente peronista les garantice en 2015 lo que ellos le garantizaron a Duhalde y lo que antes Duhalde le garantizó a Menem: la impunidad.

En Mendoza no hay ganancias extraordinarias en las explotaciones agrícolas. Más aún, muchas agonizan porque los precios hacen inviable la producción a pequeña y media escala de duraznos, damascos y peras y porque el Estado aparece mal y nunca cuando las contingencias climáticas castigan.

En Mendoza no hay grandes polos industriales. En el sur de la provincia no hay hoy más fábricas que en los `90, las conserveras no se han recuperado, los secaderos tuvieron un 2012 para el olvido y año a año se pierde empleo industrial. 

En el sur de Mendoza, los `90 todavía no terminan, siguen por cadena nacional y con la Anses reemplazando a las fábricas y fincas de hace veinte años. Diez años de “El modelo”, sólo nos dejaron una plaza y la terminal de ómnibus y engordaron en un par de semanas el ejército de desempleados en más de 4000 trabajadores.

miércoles, 6 de marzo de 2013

Venezuela.


Más allá de los duelos y las valoraciones personales sobre Hugo Chávez, hay detrás de él una época que termina, un mandato de 12 años, un gobierno distinto y un modelo alternativo a lo hasta ahora conocido.

Escribo esta nota de la forma más desapasionada posible, lo aclaro porque se trata de una persona y un gobierno que consiguen sacar más sentimientos que pensamientos, aún de los más lúcidos políticos, analistas, académicos y periodistas.  

Durante las presidencias de Chávez se redujo notablemente la pobreza, hubo una evidente extensión de los servicios básicos sanitarios y educativos, creció ostensiblemente el PBI del país (determinado en gran parte por el alza de los precios del petróleo). Sin dudas, en las mejoras sociales se sustentó una mayoría electoral sólida. Las gestiones chavistas devolvieron efectivamente la dignidad a millones de venezolanos.

También es cierto que el origen político de Chávez está íntimamente ligado al autoritarismo. De hecho, en 1992, lideró un intento de golpe de Estado contra un presidente constitucional y legítimamente electo, Carlos Andrés Pérez. Su desarrollo político, también lo está, el régimen que él encabezó tiene presos políticos, es decir priva de la libertad a dirigentes y funcionarios que no responden a sus ideas. Las expresiones disidentes están condicionadas y el aparato del estado se encuentra al servicio de la mirada oficial y persigue a quienes desde el sindicalismo, el empresariado o la política partidaria expresan opiniones disonantes.

Sí creo que Hugo Chávez marcó una época y fue el actor principal de la región latinoamericana en un mundo que se está experimentando un cambio de sistema y que aún en proceso de configuración, deja ver que en el futuro las regiones periféricas, Latinoamérica entre ellas, tendrán un rol destacado.

La primera reflexión que emerge luego de la noticia del fallecimiento de Hugo Chávez es que ha habido un caso paradigmático de irresponsabilidad electoral, que pretendió esconder a su vez una debilidad real del chavismo a la hora de proyectar un recambio. Si tenemos en cuenta que la enfermedad que terminó con la vida de Chávez ya lo había comprometido en algunas intervenciones quirúrgicas fuera de su país, y evidentemente no había desaparecido, parece ciertamente insensata la candidatura de Chávez para un mandato de seis años que a posteriori ni siquiera pudo asumir.

Esta cuestión electoral tiene su correlato institucional. El régimen venezolano, innegablemente democrático y participativo en su origen tiene en el personalismo exacerbado una característica fundamental. Ese culto de la persona efectivamente daña las resistencias potenciales de las instituciones y diluye esa democracia de origen con efectivas acciones autoritarias en el ejercicio del poder. Tal vez el caso más cercano sea la autorización de la Corte venezolana a que, a pesar de lo estipulado por la Constitución Bolivariana, el 10 de enero se extendiera el mandato de Chávez  pese a que no estaba ni siquiera en el país.

Chávez deja un país con menos pobres, un Estado más presente y una mejor distribución de la renta. Ese mismo país también tiene los índices de violencia más altos de la región, una galopante inflación y una dependencia del petróleo tan perversa como veinte años atrás. Venezuela es, claramente, un país con dos caras.

Quien murió fue la personalidad más influyente de Latinoamérica en los últimos veinte años. La cantidad de aciertos y errores que se le adjudiquen dependerá de la mirada de cada uno.

Yo no coincido en que la mejora de los estándares de vida de los más desfavorecidos requieran limitaciones a las libertades, estatismo acrítico y personalismos autoritarios y deseo que la transición que vivirá el pueblo venezolano sea pacífica, transparente y profundamente democrática.