Cuando
llegó Néstor Kirchner al poder, no existía el “kirchnerismo”, tuvo que construirse
y lo hizo bajo dos premisas, la descripción heroica de sí mismo y la
caracterización espeluznante de la oposición.
En
rigor, el kirchnerismo no inventó nada, solo aplicó el manual del populismo,
que como manual tiene una sola falencia que el gobierno no puede resolver: el
populismo necesita un final trágico, ilegal y victimizante. Pero nuestra
democracia tiene una madurez tal que su final será el común y corriente: un
pase a retiro decretado por la mayoría en las urnas.
A
las puertas del balotaje y a un mes del final del kirchnerismo, la Casa Rosada
refuerza su estrategia para denostar a Cambiemos. Necesitan un pasado horroroso
de Macri para plantear un futuro espantoso si él gobierna.
Esta
vez, la estrategia no funciona. Y no funciona por dos razones.
Primera
razón, el problema de los argentinos no es Macri si no el gobierno mismo.
El
populismo kirchnerista pierde votos por su propia impericia e incapacidad de
explicar no su pasado en los ´70 o los ´90, sino nuestro presente.
El
balotaje no los ayuda. La segunda vuelta es un plebiscito sobre el kirchnerismo
que llega a los penales con la credibilidad por el suelo y las inconsistencias
en el gobierno por el cuello.
Segunda
razón, el candidato oficialista es más parecido al futuro horroroso que
pronostica el gobierno que al presente encantador que dibuja.
Ningún
político argentino tiene más fotos con Menem que el espadachín de la presidenta
y pocos tienen un fracaso de gestión tan impactante como Daniel Scioli.
Inundaciones, tomas de terrenos, escuelas derrumbadas y el narcotráfico
inundando la provincia más grande del país tienen un lugar privilegiado en su
currículum.
Por
eso el miedo esta vez no funciona. Porque hay un pasado elocuente y un presente
penoso, y no pueden sobre ellos, prometer un futuro alentador.
Durante
el conflicto de la 125, asustaban con que sin retenciones el lomo valdría 60
pesos. Hoy vale 110 y las retenciones están vigentes. Descalabraron la
economía.
Decían
que el cepo era una herramienta para cuidar el peso, y desde que lo instauraron
(noviembre de 2011), el valor del dólar pasó de 4,75 a 15 pesos hoy. Destruyeron
la moneda.
Nos
decían en 2003 que la ley iba a correr igual para todos, y ocupa la
vicepresidencia de la Nación un hombre moralmente incapaz, que dedica más
tiempo a zafar de sus causas que a honrar el cargo. Destrozaron la Justicia.
No
hay de qué asustarse. La fuerza de los votos en Argentina jubiló dictaduras,
populismos, gobiernos dignos y liderazgos vergonzantes.
Algo
bueno está pasando en Argentina. Cuando los gobiernos tienen miedo, es porque los
pueblos toman la iniciativa.
Pretender
extorsionar a una Argentina que tiene más de treinta años de democracia, no
solo es un error táctico, sino que es una confesión de parte. El miedo a la
Justicia es directamente proporcional al prontuario que esconden.
Yo
por lo pronto, haré un ejercicio el 22 en el cuarto oscuro, miraré las dos
boletas y pensaré cuál elegirá ese mismo día Amado Boudou. Yo elijo la otra, esa
estrategia no falla.