lunes, 7 de julio de 2014

La basura es una oportunidad, los funcionarios, un problema.

380 papeleros nuevos serán colocados en el centro de San Rafael. Recipientes para recolectar de manera diferenciada residuos orgánicos, inorgánicos y papeles. La idea es propiciar la separación de residuos en origen, es decir en las casas y diferenciar aquellos desechos que pueden reutilizarse de los que son definitivamente apartados.

Una muy buena idea. Una idea a tono con una época en que se tiende a racionalizar la utilización de recursos; a tono con los paradigmas predominantes, que implican repensar el manejo de residuos; y a tono con una demanda extendida en gran parte de la sociedad: conservar la identidad de San Rafael como un departamento natural, limpio, prolijo y ligado al cuidado del medio ambiente.
Seguramente todos coincidimos con la iniciativa, el gran inconveniente es cuando una buena idea nace alterada por la negligencia, las limitaciones o la falta de visión de largo plazo de quienes deben instrumentarla, los funcionarios.
Sobran ejemplos en nuestro país de departamentos y ciudades que cuentan con programas de tratamiento de residuos ejemplares, tanto desde el punto de vista ambiental como desde el aprovechamiento económico de los recursos.
El partido de Laprida implementa el tratamiento de residuos desde 1991, Rauch, en la provincia de Buenos Aires, cuenta con una planta de tratamiento de residuos urbanos con una moderna unidad de reciclado puesta en funcionamiento en 1998, hace dieciséis años.
Que el municipio de San Rafael se haga cargo tarde de la problemática, es un asunto del pasado y no me interesa discutir lo que fue; pero que el municipio de San Rafael lo haga mal, es un asunto del presente que afecta y perjudica el porvenir de todos los sanrafaelinos.
En primer lugar, es un error ver a los residuos como un problema y no como una oportunidad. Sí, es una oportunidad en tanto se puede generar empleo, desarrollo y riqueza con la basura. San Rafael puede crear decenas de puestos de trabajo directos utilizando como único insumo la basura que los sanrafaelinos generamos día a día.
En segundo lugar, se cae en un doble error cuando se afronta el desafío solo desde el punto de vista estético o de la limpieza urbana en lugar de enfocarlo como una cuestión social y cultural. Los sanrafaelinos debemos cambiar, y la única forma de que lo hagamos de manera organizada y coherente es con impulso municipal.
San Rafael debe involucrar a su población, entidades intermedias y sector productivo con exigencias, normas y conductas explícitas, incluyendo incentivos y sanciones. El impulso de la separación en origen, pero también del compostaje domiciliario son formas de manejo que deben ser aplicadas por una gestión comunal moderna y realmente comprometida con el medio ambiente.
En una sociedad donde da lo mismo cumplir y no cumplir, hacer que no hacer, respetar que no respetar, el municipio debe fijar pautas, premios y castigos y recuperar criterios. Incentivar con exenciones en tasas municipales al compostaje en domicilios, la separación en las industrias y comercios y la instalación de pequeños y medianos emprendimientos que desarrollen actividades vinculadas a reutilización de recursos, es una medida tan necesaria como la dotación de papeleros.
La gestión de los residuos sólidos urbanos es un indicador de desarrollo comunitario, y la buena administración de los residuos contribuye al desarrollo local, no solo porque avanza en la solución de un problema concreto como es la disposición de la basura, sino también por su impacto positivo en lo cultural, ambiental y social.
Si desde el inicio, cualquier iniciativa no contempla la concientización y educación de la ciudadanía, está destinada al fracaso. Ejemplos de ello sobran, tal vez el más fresco sea la instalación de contenedores de recolección diferenciada en la Ciudad de Buenos Aires, que lleva años de implementación y magros resultados.
San Rafael genera residuos que son económicamente redituables. Tenemos margen para crear una o varias plantas de tratamiento de residuos y reciclaje, construir alrededor de este sector, uno de innovación e ingeniería, que desarrolle máquinas y herramientas necesarias para tecnificar las tareas, podemos crear trabajos estables y darle al municipio de San Rafael una nueva entrada de recursos propios.
Y no hace falta una millonada, Rauch lo hizo con un crédito del Banco Interamericano de Desarrollo, claro que para eso tuvo funcionarios que en lugar de ir a rogar por una cuadra de asfalto, crearon un proyecto para generar decenas de empleos.
Para eso hace falta una sola cosa, funcionarios capaces y con visión de futuro, que más que la elección que viene, se preocupe por la generación que viene, que más que la inauguración de un papelero, lo inquiete crear trabajo para su vecino.
Al fin y al cabo, esos son los buenos funcionarios, los que de un problema hacen una oportunidad, y los que de una ciudad raquítica, golpeada y desmoralizada como la nuestra, hacen un Departamento moderno y ejemplar para el país.
Todos soñamos con recuperar un San Rafael pujante, con trabajo e industrias. Podemos hacerlo, pero para cambiar de rumbo hay que cambiar de capitanes. Si seguimos por el mismo camino, no llegaremos a un nuevo puerto.


viernes, 14 de marzo de 2014

Tres ejes para un San Rafael de progreso.


Hace cuarenta años, el 70% de los sanrafaelinos trabajaban en el sector privado y un 30% en el ámbito público. Hoy, el 30% está ligado a la actividad privada, y el 70% depende del sector público.
Ese dato frío y duro dice mucho más de lo que parece decir. San Rafael ha perdido iniciativa, ha dejado de lado el futuro, la planificación pública y la ilusión del desarrollo y se encerrado en una dinámica decadente impropia de sociedades pujantes y creativas como la nuestra.
Quienes son más grandes nos hablan del tren que iba para Buenos Aires lleno de conservas, vinos y frutas sanrafaelinas, quienes somos más jóvenes nos acordamos de las temporadas de verano en que pelotones de mujeres vestidas de verde pasaban en bicicleta rumbo a la fábrica. Esas fotos pertenecen a un San Rafael que ya no está, y ante esto tenemos dos opciones: caer en la melancolía o tomar la decisión de salir del letargo y enfrentar la mediocridad.
Si queremos seguir este camino de chatura e inercia no hay mucho para hacer, sigamos hablando de la coyuntura, preocupémonos solo por el asfalto y la recolección de residuos, hablemos de la pésima gestión de los recursos municipales o de la falta de visión de nuestros gobernantes. Sigamos siendo solo críticos. Sigamos comentando desgobiernos.
Yo al menos, me voy a resistir a eso. Estoy convencido, San Rafael debe ponerse metas para engrandecer el departamento, enriquecer a nuestra sociedad y mejorar la calidad de vida de los sanrafaelinos.
Hay tres ejes que la sociedad, a falta de un gobierno con visión, debe hacer propias. Tres desafíos concretos que  son fundamentales para el desarrollo del departamento.
Primero, la construcción de la hidroeléctrica El Baqueano. Esta obra está proyectada entre Los Reyunos y Agua del Toro, tiene estudios de factibilidad aprobados e incluso está trazado el camino del perilago para llegar allí desde Los Reyunos. Podría generarse allí la misma cantidad de energía que generan juntas las presas de Agua del Toro y Los Reyunos, y esa energía está en condiciones de volcarse al sistema interconectado nacional a bajo costo: hay sólo veinte kilómetros entre el lugar de emplazamiento y la estación transformadora de Los Reyunos.
La construcción de una presa es sinónimo de empleo, tecnología, dinamización económica. La disponibilidad de energía en la Argentina de estos tiempos, es sencillamente sinónimo de prosperidad.
Segundo, mucho hablamos de la emergencia hídrica en el departamento, pero lo hacemos como si se tratara de una guerra entre sectores: operadores turísticos contra agricultores, Irrigación contra el mundo y el cambio climático que complota contra nosotros. La verdad, es que esta es una manera de mirarlo que expresa impotencia y falta de creatividad.
Es cierto, falta agua, pero el gran problema es que faltan obras estructurales que nos ayuden a cuidar el recurso. San Rafael tiene que trabajar e influir ante el Estado Nacional para pedir financiamiento internacional para la mejora de sistemas de riesgo intrafinca, la construcción de nuevos embalses y la impermeabilización masiva de cauces de riego. Es verdad que algo se ha hecho, pero el deterioro de la disponibilidad hídrica va más rápido que la capacidad y las inversiones que disponen los funcionarios.
Tercero, nos equivocamos si creemos que San Rafael va a contener a los turistas sólo por la belleza del Cañón del Atuel. La ciudad de San Rafael debe dejar de ser un lugar con turistas a una ciudad turística. Es vergonzoso el estado del principal corredor turístico, la calle Balloffet: cartelería inarmónica, una avenida destruida y arbolado público descuidado. Es alarmante que siendo un departamento con exponentes culturales de primer nivel no haya desde el ámbito público una política de protección y promoción de nuestros artistas que son muchos y muy buenos. No hay San Rafael turístico si la cultura se reduce a Vendimia, menos aun si vendimia se reduce a dos noches.
El departamento está achatado, sí. Estamos como comunidad en una meseta, es cierto. Pero tenemos potencial, tenemos con qué, hay un espíritu emprendedor que los sanrafaelinos debemos cuidar, hay recursos naturales, creatividad y capacidad en nuestra gente, debemos empezar por cambiar de mentalidad y decidirnos de una vez por todas a iniciar un camino de progreso que ponga a San Rafael donde nunca debió dejar de estar, a la altura de las capitales de provincia, de las ciudades más pujantes del país.


sábado, 18 de enero de 2014

Luis y Felipe.

Es inevitable mirar a Barrionuevo y Felipe Solá y preguntarse ¿y ahora con quién?. Un nació en Catamarca en 1942, el otro en Recoleta en 1950. En esos años y en distintos lugares del país, nacían los hombres que mejor representan la política argentina de los últimos 25 años.
Uno ingeniero, el otro “sindicalista, empresario y político” (definición infalible de Wikipedia). Si tuviera que escribir un libro sobre peronismo, sin duda lo haría con sus vidas como testimonio.
Luis Barrionuevo es catamarqueño. Nació antes que el peronismo, en 1942. Arrancó de pibe, en 1975 y a tono con las formalidades de la época, asaltó a mano armada la sede de los gastronómicos para quedarse con el sindicato. Treinta años después, en 2003 mandó a quemar urnas en las elecciones por la gobernación de Catamarca cuando notó que no lo favorecía el resultado.
Ayer, Luis Barrionuevo inauguró un casino en el hotel de su gremio en Mar del Plata, a su lado, acompañando su logro se encontraban Daniel Scioli y Sergio Massa.
Felipe Solá tiene otro perfil. Habla de corrido y no tiene muchos exabruptos. Fue ministro de Cafiero, secretario de agricultura de Menem, vicegobernador de Duhalde, gobernador de Kirchner, candidato de Macri, legislador afín a Cristina y ahora diputado por la lista de Sergio Massa.
Solá no estaba en la inauguración del casino, está para otras cosas, pero seguir su carrera política es tan apasionante como observar los movimientos de ese tipo que hace saltar la banca todos los años: siempre acierta, y cuando se aleja de alguien, es porque le viene la noche. Tiene intuición, fundamental para subsistir en el peronismo.
Ahora que vemos al 2015 a la vuelta de la esquina, ellos vuelven a las canchas, los periodistas los siguen, los políticos los buscan y se vuelven celebrities de la coyuntura.
Estamos ante un momento conmovedor en la historia del país, mucho más que el 2001, o yendo más atrás el ´16, o el ´55. 2015 será para nuestra historia algo parecido a 1983. Esos momentos en donde la sociedad toma definiciones que van más allá de la política.
La elección de 2015 va a ser una elección por los próximos cuatro años, pero amparada en los 25 años anteriores.
Hace 25 años que Argentina está en una espiral decadente.  En 1989 cuando el peronismo llegó al poder la pobreza en Argentina afectaba al 30%, con hiperinflación incluida.  El PBI por habitante, 5.545 dólares, era el más alto de la región, el PBI per cápita de Brasil representaba sólo el 69% del nuestro y el de Chile el 61%[1]. El desempleo en Argentina alcanzaba el 7,4%.[2]
25 años después no hace falta ser muy bicho para darse cuenta que hicimos María la Paz. Nuestro PBI per cápita dejó de ser el primero de América Latina, ahora es el cuarto detrás del de Chile, Uruguay y Brasil. Para saber a cuántos alcanza la pobreza no podemos fiarnos de los datos del INDEC, pero según, por ejemplo, el Observatorio de la Deuda Social de la UCA, al menos un 25% de los argentinos vive bajo la línea de pobreza; en tanto que el desempleo, con suerte y viento a favor y tomando los datos del INDEC, está igual que hace 25 años.
Los datos serían sólo frustrantes si reflejaran el fracaso de dirigentes políticos que se van dejando el país peor de como lo encontraron.  Pero a la tristeza de esos datos hay que sumarle un peligro: los responsables, los constructores del país bananero están sueltos, gozan de buena salud y tienen una inquebrantable voluntad de sumar a los 26 años que cubrirá el período 1989-2015, cuatro años más con nuevas caras, pero con la misma esencia.
Por ahí pasa lo que viene en Argentina: no se trata de Cristina sí o Cristina no. No es un problema de nombres, es un problema cultural.
Cristina ya fue, su mandato termina en diciembre de 2015 y no volverá a ser presidenta. Pero quedan los protagonistas de la historia, los que expresan el fondo no el relato, los que acumulan poder económico y político y de una u otra forma siempre se acomodan.
El negocio de ellos es un país con un solo partido gobernante, que queme líderes pero que sostenga el poder, que deje pasar personas pero que mantenga en pie los negocios.
Un buen indicador de lo bien o mal rumbeado que está el país tendría que ver con hacer un Barrionuevómetro o un Felipómetro. Habremos avanzado mucho cuando estos tipos, imagen y semejanza del guapo poderoso, el acomodaticio, el cancherito y a la vez violento quiebren por falta de demanda.



[1] CEPAL.
[2] Principales áreas urbanas. INDEC.