380 papeleros
nuevos serán colocados en el centro de San Rafael. Recipientes para recolectar
de manera diferenciada residuos orgánicos, inorgánicos y papeles. La idea es
propiciar la separación de residuos en origen, es decir en las casas y
diferenciar aquellos desechos que pueden reutilizarse de los que son
definitivamente apartados.
Una muy buena
idea. Una idea a tono con una época en que se tiende a racionalizar la utilización
de recursos; a tono con los paradigmas predominantes, que implican repensar el
manejo de residuos; y a tono con una demanda extendida en gran parte de la
sociedad: conservar la identidad de San Rafael como un departamento natural,
limpio, prolijo y ligado al cuidado del medio ambiente.
Seguramente
todos coincidimos con la iniciativa, el gran inconveniente es cuando una buena
idea nace alterada por la negligencia, las limitaciones o la falta de visión de
largo plazo de quienes deben instrumentarla, los funcionarios.
Sobran
ejemplos en nuestro país de departamentos y ciudades que cuentan con programas
de tratamiento de residuos ejemplares, tanto desde el punto de vista ambiental
como desde el aprovechamiento económico de los recursos.
El partido de
Laprida implementa el tratamiento de residuos desde 1991, Rauch, en la
provincia de Buenos Aires, cuenta con una planta de tratamiento de residuos
urbanos con una moderna unidad de reciclado puesta en funcionamiento en 1998,
hace dieciséis años.
Que el municipio
de San Rafael se haga cargo tarde de la problemática, es un asunto del pasado y
no me interesa discutir lo que fue; pero que el municipio de San Rafael lo haga
mal, es un asunto del presente que afecta y perjudica el porvenir de todos los
sanrafaelinos.
En primer
lugar, es un error ver a los residuos como un problema y no como una
oportunidad. Sí, es una oportunidad en tanto se puede generar empleo,
desarrollo y riqueza con la basura. San Rafael puede crear decenas de puestos
de trabajo directos utilizando como único insumo la basura que los
sanrafaelinos generamos día a día.
En segundo
lugar, se cae en un doble error cuando se afronta el desafío solo desde el
punto de vista estético o de la limpieza urbana en lugar de enfocarlo como una
cuestión social y cultural. Los sanrafaelinos debemos cambiar, y la única forma
de que lo hagamos de manera organizada y coherente es con impulso municipal.
San Rafael
debe involucrar a su población, entidades intermedias y sector productivo con
exigencias, normas y conductas explícitas, incluyendo incentivos y sanciones.
El impulso de la separación en origen, pero también del compostaje domiciliario
son formas de manejo que deben ser aplicadas por una gestión comunal moderna y
realmente comprometida con el medio ambiente.
En una
sociedad donde da lo mismo cumplir y no cumplir, hacer que no hacer, respetar
que no respetar, el municipio debe fijar pautas, premios y castigos y recuperar
criterios. Incentivar con exenciones en tasas municipales al compostaje en
domicilios, la separación en las industrias y comercios y la instalación de
pequeños y medianos emprendimientos que desarrollen actividades vinculadas a
reutilización de recursos, es una medida tan necesaria como la dotación de
papeleros.
La gestión de
los residuos sólidos urbanos es un indicador de desarrollo comunitario, y la
buena administración de los residuos contribuye al desarrollo local, no solo
porque avanza en la solución de un problema concreto como es la disposición de
la basura, sino también por su impacto positivo en lo cultural, ambiental y
social.
Si desde el
inicio, cualquier iniciativa no contempla la concientización y educación de la
ciudadanía, está destinada al fracaso. Ejemplos de ello sobran, tal vez el más
fresco sea la instalación de contenedores de recolección diferenciada en la
Ciudad de Buenos Aires, que lleva años de implementación y magros resultados.
San Rafael
genera residuos que son económicamente redituables. Tenemos margen para crear
una o varias plantas de tratamiento de residuos y reciclaje, construir
alrededor de este sector, uno de innovación e ingeniería, que desarrolle
máquinas y herramientas necesarias para tecnificar las tareas, podemos crear
trabajos estables y darle al municipio de San Rafael una nueva entrada de
recursos propios.
Y no hace
falta una millonada, Rauch lo hizo con un crédito del Banco Interamericano de
Desarrollo, claro que para eso tuvo funcionarios que en lugar de ir a rogar por
una cuadra de asfalto, crearon un proyecto para generar decenas de empleos.
Para eso hace
falta una sola cosa, funcionarios capaces y con visión de futuro, que más que
la elección que viene, se preocupe por la generación que viene, que más que la
inauguración de un papelero, lo inquiete crear trabajo para su vecino.
Al fin y al
cabo, esos son los buenos funcionarios, los que de un problema hacen una
oportunidad, y los que de una ciudad raquítica, golpeada y desmoralizada como
la nuestra, hacen un Departamento moderno y ejemplar para el país.
Todos soñamos
con recuperar un San Rafael pujante, con trabajo e industrias. Podemos hacerlo,
pero para cambiar de rumbo hay que cambiar de capitanes. Si seguimos por el
mismo camino, no llegaremos a un nuevo puerto.