Hace unos meses, Saladix sacó una publicidad con el nombre de "La Mano Mala". Más allá de los objetivos comerciales de la misma, mostraban a un chico con un problema existencial: tenía una mano que no respondía a sus deseos y que hacía cosas malas contra su voluntad.
El problema que planteaba el chico, que cuando habla parece muy bueno, es que tiene una suerte de "doble comando", dice cosas buenas y hace cosas malas. Hoy, el gobierno nacional estructuró lo que va a ser su postura ante la tragedia de Once con el mismo sustento.
Ayer el Secretario de Transporte fue el encargado de dar la cara. Con bastante mala fortuna -o descaro-, dio a entender que las consecuencias del accidente tenían mucho de casualidad, tal vez buscando esconder las causalidades.
Causalidades que pican cerca: responsabilidades incumplidas en el control de los servicios, las inversiones que debía hacer la empresa y el estado de los trenes. Causalidades que fueron señaladas hace más de 3 años por la Auditoría General de la Nación y que fueron desestimadas por el Estado.
Hoy, el mismo funcionario, secundado por De Vido, anunció que el Estado se presentará como querellante. Sí, escuchó bien. El responsable del descontrol, vinculado a Cirigliano (concesionario de TBA y aportante de las campañas de Cristina Kirchner), y que durante los últimos 8 años fue partícipe necesario del decadente funcionamiento de los trenes se considera damnificado.
Ese gobierno, el mismo que adultera estadísticas oficiales, se saca fotos con los ejecutivos de la Barrick, veta la ley de Glaciares y el 82% móvil, quiere ser querellante en una causa donde debiera dar explicaciones como responsable.
Ayer, la mano mala quedó expuesta, tal vez demasiado. Hoy, la lengua buena quiso tomar la iniciativa y quien dice, en unos días quiera cortarse la mano para salvar su cuerpo. Como bien dijo alguien hace un tiempo, a este gobierno no hay que juzgarlo escuchando sus palabras, sino mirándole las manos.