7 de octubre de 1900. Baradero, provincia de Buenos Aires. La estancia es grande, siembran 980 hectáreas de trigo. La familia, los Pereyra Iraola, la manejan desde hace 10 años, se hicieron de la estancia cuando los Irigoytía se fundieron con la crisis.
La peonada no es muy grande, con 50 administran toda la propiedad. El régimen es férreo. Pagan a los peones 5 pesos por quincena, pero acumulan deuda por alquiler y manutención por otros 3 pesos cada mes. Es complicado salir, no es fácil renunciar.
Los Pereyra Iraola son bien verticales. Cuando vivía don Isidro tenía tres capataces de confianza, no necesitaba dar órdenes directas. Ellos iban a porcentaje de la cosecha y tenían casa afuera, en el pueblo. El viejo se murió en 1898, se pasó de vueltas, el negocio lo ponía loco y las idas y venidas del precio del trigo no eran para cualquiera por entonces, además tenía la pulpería y a porcentaje con un amigo de chico manejaba las prostitutas que llegaban cada sábado a Baradero, esos negocios caminaban solo si el trigo andaba.
Desde que doña Isabel se hizo cargo de la estancia algunas cosas cambiaron, pero siguió implacable. A la Sra. de don Isidro no le gustaba el campo, pero le gustaba la plata que traía. 980 hectáreas de trigo alcanzaban para la buena vida: 3 viajes a Europa por año, activa participación en los tés del pueblo y paseos semanales por Buenos Aires.
La relación con los peones es bastante buena. Se acuerdan de lo que fue la quiebra de los Irigoytía, ese año la pasaron fulero, hubo hambre y se desmembraron familias. Estos son duros, pero comen casi siempre, aunque hay algunos que se ponen incómodos cuando sienten el aliento en la nuca y no ven un futuro promisorio.
Con los vecinos las cosas no andan tan bien. La vez pasada le corrieron la tranquera a los Santamarina y con los del otro lado, los Pueyrredón nunca se quisieron. Estos eran amigos de los Irigoytía y siempre hubo recelos, además esa familia había puesto una pequeña curtiembre, y avanzó con un frigorífico propio que vendía carne enfriada a Europa, esas cosas raras, modernas y transgresoras le caían fiero a Isabel. Los Pereyra eran los nuevos ricos, y como tales, vinieron con nuevos modos, alguna que otra idea, pero antes que nada con muchas ganas de pertenecer.
Con los de campo arriba se puso fiero. Ahí hubo un lío nunca esclarecido, hasta el comisario se hizo el sota. Resulta que ese campito, chico, era de dos viejos que estaban antes que Hernado Arias fundara el pueblo. Una noche, nadie sabe cómo los dos viejos aparecieron tirados en el río, nunca aparecieron herederos, y de noche la tranquera se fue corriendo solita hasta hacer olvidar ese rancho.
El problema se viene ahora. Doña Isabel está grande, y la verdad que los chicos Hilario y José no son muy duchos para el negocio. La peonada no los respeta mucho, un capataz ya le contesta a la señora y la cosa no está fácil. El trigo sigue valiendo, y vale bien, pero las vacas y los otros cultivos que tenían se vinieron a pique. Tanto vale el trigo que se fue comiendo la estancia, empachándose de trigo se hambrearon de carne.
La salida para los Pereyra Iraola es una sola. Mano dura con la peonada, nuevos capataces y ni “mu” estancia adentro, si la plata del trigo no alcanza para mantener el campo ordenado, solo a los gritos, tiros y cachetazos se ordena. La salida para doña Isabel está marcada, cuando ella no esté, la estancia se cae y algunos de sus capataces lo saben. Esos hablan con los del campo de al lado, con la peonada y con el del comercio de ramos generales.
Hay algunos peones a los que no les gusta nada. Saben que apostando solo al trigo se van al tacho. El fin de semana pasado quisieron salir al pueblo, y no pudieron, encima mandan a dos capataces a enseñarles como deben vivir, con qué y por qué. No son tontos saben que los que le dicen los capataces es para beneficiar a la señora, y ellos, no la quieren para siempre ni de madre. Ellos son 50, son más pero desordenados, eso sí, algo tienen claro: a la señora la quisieron de patrona y por un tiempo; no de madre, abuela, líder espiritual y comisaria hasta que la muerte los separe.