Vamos a hacer un ejercicio. Los protagonistas son el Sr X y la Sra. Y. No se trata de matemática, de los ejes y los cuadros. Se trata de una historia con comienzo lejano, allá por 2005.
Por aquel entonces, el diario Clarín formaba parte del Frente Transversal para la Victoria , emancipador y recomponedor del país. Así que, tomar una nota de ese diario no habría de ser una razón para que se declare a esta reflexión nula de nulidad absoluta.
El Sr. X era Presidente la Cámara de Senadores y vicepresidente de la Nación. La Sra. Y era en ese entonces Senadora por Santa Cruz.
Ese día comenzaba una larga historia que tendría luego varios rounds más con el mismo trámite: la Sra Y le pega al Sr X, el Sr. X mirá atónito, pone la otra mejilla, pone la espalda, la nuca, las nalgas. Pone su cuerpo y parece decirle “Pegame y decime Marta”.
Vamos –literalmente – a los bifes. 22 de diciembre de 2005. Dice la Sra Y : " (…) yo no le reprocho nada. A lo sumo, su desconocimiento del Reglamento cuando sesionamos y cosas que tienen que ver con su función y con mi función como senadora."
"No me extraña de la Presidencia. Ya hubo otras actitudes vinculadas con estas cuestiones que aparecen en la prensa, y nadie sabe de dónde surgen, sobre situaciones que no se suceden."
Hay una que lleva la casa adelante. Es la matriarca. El otro es el primo callado, tal vez medio limitado en sospecha de muchos. Ella prepara las fiestas de fin de año, organiza la comida, reparte los regalos de navidad y divide los gastos. Él nunca dice nada importante, está en todos lados, sonríe y es querido por las tías.
Ella gana cuando juegan al Monopoly. La especialidad de él es el tejo en la playa, si hay sol, mejor.
Los dos se están poniendo grandes, y la verdad que la generación que viene, está flojita. Los chicos no terminan la escuela y se acostumbraron a la cunita de oro. La matriarca los protegió mucho pero a su vez le tienen mucho miedo, no le dicen la verdad, agachan la cabeza y prefieren que ella no se enoje aunque ponga en riesgo la herencia.
Daniel, es complicado. Todos dicen que no es malo, pero nadie dice que no es bobo. No sabe hacer las cosas mal. Tampoco las sabe hacer bien. La matriarca le puso un muchacho cama adentro. Gabriel. Él sí que no deja dudas. Sabe que nunca será de los que mandan; habla, chusmea, charla con las vecinas y espera el momento para ponerle veneno en la comida al pasmado de Daniel. Es tal vez el protagonista más triste de la película, anda todo el día de ruleros con la escoba y el monedero bajo el brazo. Es probable que muera así, sin soltar la escoba y mirando Intrusos.
En el medio hay muchos. Está Florencio, el tío Aníbal (está grande el viejo, ya no puede ni cortarse el bigote solo), y el Chofer Hugo (uno de los que vio que perdía el laburo si la familia se va a pique, y se fue con el camión a otro lado).
La familia está complicada, la plata que había dejado la abuela se está acabando, la tía se pone vieja, está cansada y tiene que dejar su lugar. Nadie cree que el tío Daniel pueda, en realidad nadie sabe si es o se hace. Los vecinos lo quieren, las tías también, pero en la familia lo tratan como un hijo bastardo y ellos en la intimidad saben que no puede ir solo ni a pagar las tasas municipales de su casa.
Mientras tanto, Cristina sigue pegándole a Daniel, como aquella tarde de 2005. Daniel liga, no tiene reflejos y no deja de sonreír. Cuando termina parece decirle por lo bajo, “eh vos, Cristina, pegame y decime Marta."