En octubre
pasado, cuando Cristina ganó su reelección dos cosas quedaron claras. Por un
lado, la altísima adhesión popular al oficialismo, por otra, que las elecciones
no se ganan con proyecciones y propuestas sino con el presente, el aquí y ahora.
Una tercera no se
veía en los diarios del lunes pero es tan contundente como las otras dos.
Cristina ese día pasó por el cajero y sacó la herencia. Cargó en su mochila los
errores de los dos últimos gobiernos. El de su marido y el suyo propio.
En la historia
Argentina con más y menos razones se extendió la apelación al pasado para
justificar los problemas del presente. Cuando Alfonsín llegó al gobierno,
recibía la bomba de tiempo de los militares, Menem recibió la inflación de
Alfonsín, De la Rúa los restos que había dejado la fiesta menemista, el tándem
Duhalde- Kirchner el país incendiado de la Alianza.
Todos esos
presidentes con más o menos éxito dijeron algo así como “Señores, vine de
presidente y me encontré con un país en llamas, estoy apagando incendios que me
dejó el que se fue”. Hoy esa apelación perdió vigencia. Ya nadie compra la comparación del 2012 con
el 2001, no porque no estemos mejor, sino porque hoy la herencia es de Néstor y
Cristina.
Vamos a los casos
concretos del Kirchnerismo III, ese que empezó en diciembre. Transporte,
economía, educación y los prefectos.
En febrero la
tragedia de Once. Más de 50 muertos en un accidente ferroviario a treinta
cuadras de la Casa Rosada. ¿Qué desnudó Once? Un esquema de subsidios sin
control, inversiones que el concesionario no hizo y que el Estado no exigió y
puso en la tapa de los diarios las caras de Jaime y Schiavi, los secretarios de
Transporte del kirchnerismo de fluidos vínculos con los empresarios del
transporte y el sindicalista Pedraza –hoy juzgado por el asesinato de Mariano
Ferreyra.-
A mitad de año,
el dato del empleo. Más de 350.000 empleos se perdieron -según el INDEC-, entre
octubre de 2011 y marzo de 2012. Si lo sacás por día hábil, es algo así como 2500
puestos de trabajo destruidos por día. En una jornada de 8 horas, son algo más
de 300 por hora.
Acá no hay tanta
vuelta. Podés hablar de la crisis internacional, podés hablar de Brasil y la
mar en coche. La realidad, es que un país que tiene un dólar firme alrededor de
los $4,50, y costos crecientes por inflación a un ritmo del 25% anual, pierde
mercados y empleos rápido y parejo.
La educación es
tal vez el tema más sorprendente. Este gobierno arrancó bien, reformuló leyes y
comprometió cifras importantes del PBI para la educación. El problema es que la
plata no puede reemplazar ideas, planificación, contención y valores. Hoy,
según el Ministerio de Educación, repite un 3% más de chicos que en 1998, hay
un 20% que no estudian ni trabajan, y un 20% de ellos pierden por horas libres acumuladas
más de 30 días de clase al año, es decir que no sólo no se cumple con el
objetivo de los 180 días, sino que un 1 de cada 5 chicos no llega a los 150.
Lo de los
prefectos y gendarmes responde a la misma lógica. Hay trabajadores de las
fuerzas de seguridad que ganan 6.000 pesos por mes y de un mes al otro por
decreto presidencial le quitaron adicionales. Esos adicionales eran el 50% del
sueldo, 3000 pesos. Un tipo que cobra la mitad que el mes anterior no es un
golpista sino víctima de una decisión equivocada.
Schiavi y Jaime
fueron funcionarios del kirchnerismo. La inflación fue obra y creación del
kirchnerismo. Los problemas de la educación que hasta las estadísticas
oficiales reflejan han sido gestionados los últimos 10 años por ministros kirchneristas.
El decreto que reduce los ingresos de los trabajadores de la seguridad, fue
firmado por la presidenta.
Lo que vemos hoy
no lo explica una crisis externa, tampoco el golpismo de los que ya no tienen
fuerza, lo que hoy ves en la calle, la tele y las redes sociales es lo que se
le dice “gestión”. Cristina Kirchner está gestionando, se está haciendo cargo
de la herencia. Esa herencia que es fruto de los errores del gobierno de su
marido y el suyo.
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