lunes, 11 de junio de 2012

Los costos de la obsecuencia. Pérez= Jaque recargado.

Vaya uno a saber por qué,  Mendoza siempre tuvo ínfulas de autonomía. Tal vez sea porque desde temprano desarrolló una economía regional con dinámica propia, o por la distancia de 1.000 kilómetros respecto a Buenos Aires. Más allá de las razones, hay algo cultural que hace que los mendocinos pongamos a la provincia de modelo, reneguemos de la Nación, y enaltezcamos a la mendocinidad.
Esa mendocinidad, en materia política fue entregada hace 25 años. La última imagen de ella fue el conflicto entre Llaver y Alfonsín por Los Nihuiles. Desde entonces, la sumisión se impuso como estrategia.
De los últimos 20 años, salvo cuatro –los dos primeros de la gestión Iglesias y los primeros dos del mandato de Cobos-, el signo político del gobernador coincidió con el del Presidente. Podríamos suponer que esa empatía redundó en beneficios para Mendoza. No. Con la cabeza gacha y sin chistar los gobiernos mendocinos pusieron a Mendoza a disposición del presidente de turno.
Actualmente, hay dos  situaciones estratégicas que permiten asegurar que el gobierno de Pérez, a seis meses de haber comenzado, será una continuidad en ese camino de mediocridad.
Primero, la competitividad de la economía mendocina. En Mendoza no se produce soja ni hay montadas grandes fábricas o ensambladoras que sustituyan importaciones. Los mendocinos producimos vinos, ajos, conservas e industrializamos frutas. Mucho de eso lo vendemos al exterior; Brasil, Estados Unidos, Europa y los países asiáticos son destino de nuestros productos. Todos los sectores de nuestra economía sufren hace cuatro años el deterioro de su competitividad porque aumentan sus costos un 20% anual por la inflación, y con el tipo de cambio estable, venden a dólares constantes que cada vez rinden menos.
Lentamente, los productos mendocinos pierden competitividad faz a faz sus competidores chilenos, sudafricanos, australianos. El paso siguiente es la pérdida de mercados. Cuando se pierden mercados se achica la producción. Al achicar la producción se echan trabajadores y se invierte menos en la provincia. Y la lista de consecuencias sigue.
Los mendocinos no gozan de los precios elevadísimos de la soja, que aun con políticas erráticas del gobierno nacional conserva competitividad. Los mendocinos tampoco gozan de protección por sustituir importaciones, más bien sufren las restricciones para ingresar bienes de capital para sus industrias. Lo que es más grave, los mendocinos sufren la inoperancia, silencio y pasividad de un gobernador que en lo que va del año aplaudió a la presidenta en varias cadenas nacionales y no volvió de ningún viaje con respuestas concretas.
Vamos con la segunda. Si agarramos los diarios de hace diez años, vemos que los mendocinos hablaban de Portezuelo del Viento, el Trasandino, el Paso las Leñas, la represa Los Blancos. Claramente había dos grandes pilares en la obra pública mendocina, la maximización de recursos hídricos y la integración física con Chile. Si agarrás los diarios de esta semana, seguro que encontrás dirigentes que piden a gritos por Portezuelo, el Trasandino, el Paso Las Leñas y la represa de Los Blancos.
Luego de una década donde la economía argentina se expandió a un promedio del 7%, las obras públicas estratégicas para Mendoza, siguen pendientes.  La lealtad, no se reflejó en obras. El problema hídrico se profundizó. La integración física con Chile  sigue pendiente.
Mendoza eligió gobernador hace seis meses pero pareciera que lo hizo hace diez años. Las declaraciones y acciones de Pérez, perfectamente cuajarían en un diario de 1995 o 2005. Abundan en generalidades y en asuntos pendientes desde hace dos décadas en la agenda pública mendocina.
Le quedan todavía tres años y medio de mandato, pero desde diciembre hizo más referencia a sureelección que a la producción; a reformar la constitución y endeudarse para llegar a diciembre, que a exigir a la Nación lo que corresponde a Mendoza.
Con esta muestra, sobra. Pérez es Jaque recargado. Obsecuente como su predecesor, no oculta sus aspiraciones de reelección mientras observa pasivamente el deterioro de las joyas de la abuela.

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