Desde enero han pasado cuatro meses y piquito, pero en lo que hace a la política parece que hubieran pasado un par de años. Arrancamos con Famatina y la minería, pasamos por los subtes y hubo un debate exprés por el tema YPF. Todos temas profundos que terminaron siendo coyunturales.
Un solo tema parece haber durado en la agenda pública. Tal vez el menos relevante para la calidad de vida de los argentinos, pero seguro, el más importante para el sentir nacional, Malvinas. Sin expectativas de que Malvinas se aborde con la profundidad que carecieron los otros temas, creo que vale la pena que analicemos si hay horizonte y estrategia atrás de las publicitadas acciones del gobierno.
Todo empezó hace unos meses. Convocatoria de la presidenta, cadena nacional para variar, y un anuncio con gusto a poco: una denuncia en el marco de las Naciones Unidas al Reino Unido por la militarización de las islas y la publicación de un informe que cuestionaba las acciones militares argentinas en la guerra de 1982.
La denuncia pasó, se cumplieron 30 años de la guerra, se hicieron los actos de rigor. Llega entonces la Cumbre de las Américas en Cartagena. Hace sólo unos meses. Aquí hay un hecho relevante y poco feliz para la política exterior argentina. En la declaración final, los Estados americanos, nada dijeron de Mlavinas.
Hace un par de semanas reverdeció el tema. Primero, la interpelación de la embajadora argentina ante el canciller británico en ocasión de una reunión ajena al tema Malvinas. Después, la publicidad filmada en las mismas Islas con el mensaje de que “Para competir en suelo inglés, entrenamos en suelo argentino”.
Todos estos hechos fueron analizados desde una mirada, la sentimental. ¿A quién no se le pone la piel de gallina cuando con música de ocasión ve al atleta esforzarse al amanercer de las Malvinas con el objetivo de los Juegos Olímpicos de Londres?
A mi también me causa gracia y también me pone la piel de gallina la historia de Rattín sentándose en la alfombra de la Reina Isabel II después de ser expulsado de un partido del mundial del `66.
Pero esa historia, como la propaganda ahora, no forma parte del camino a la recuperación de las Islas por el diálogo. La idea de Rattín como la del gobierno a través del deportista, tienen sentido para el cosumo interno, para vos, para mi, para nosotros. Pero no aporta nada, absolutamente nada, a la historia que tenemos que resolver con ellos.
Son gestos tribuneros, quedan en la historia de la hinchada; no en la historia del deporte, no en la historia de la Nación.
No es mala esa mirada sentimental, es inconducente. Las políticas públicas y la gestión gubernamental se deben mensurar además según su eficacia y rumbo, es decir cuánto nos acercan o alejan del objetivo. Es desde esta mirada que -así como con respecto a Famatina, los subtes e YPF-, tenemos que mirar más allá de la coyuntura.
La mirada racional sobre el tema Malvinas parte de una opción que todos tenemos, o debiéramos tener clara. Nuestra estrategia debe priorizar el camino del diálogo al de la fuerza.
La mirada racional se debe preguntar de qué forma estas medidas (la promocionada denuncia en Naciones Unidas, el planteo de la embajadora Alicia Castro y la publicidad oficial), aportan a facilitar el diálogo.
Desde mi opinión, el camino del diálogo en la cuestión Malvinas ha retrocedido varios casilleros en los últimos meses. A su vez, mientras el camino arduo y difícil del diálogo se complicó, el discurso nacionalista de poca monta se vigorizó sin sentido, alejándonos más del anhelo nacional de recuperar la soberanía sobre las Islas.
Nada aporta a ello que la presidenta diga que "Es un excelente mensaje hecho por argentinos para una comañía inglesa (...) Como ven, los ingleses también necesitan recurrir a la creatividad de los argentinos."
Aporta sí que continuemos el camino que iniciara el gobierno de Illia en 1965, y que todos los años genera una resolución de la Asamblea General de las Naciones Unidas instando a la negociación. Aporta y mucho, que organizaciones internacionales y terceros gobiernos adhieran a la demanda Argentina.
No se trata de ser más o menos patriota. Se trata de planificar y hacer con una mirada de largo plazo. Con acuerdo de todos los sectores políticos, sin someterse a los impulsos nacionalistas y la tentación de dejarse llevar por la opinión pública muy sensible al tema.
Argentina tiene para sí una ventaja preciosa. El colonialismo, así como lo fue en otros momentos de la historia la esclavitud, o la discriminación racial, reúne un rechazo casi unánime en el mundo. El Reino Unido en este sentido, corre con el costo de ser lo que la mayoría denosta.
Tenemos también una desventaja. Quien nos mira desde afuera nos recuerda que en 30 años, un período mínimo en la historia, pasamos del uso de la fuerza a forzar una amistad con los isleños, pasando por una activa militancia diplomática para instalar el tema. No hemos tenido continuidad ni hemos sido coherentes. Esa debe ser nuestra prioridad en cuanto a Malvinas. Combinar nuestra coherencia con el anacronismo de la postura británica es el camino correcto.
Recuperar las Malvinas debe ser un objetivo, pero conseguirlo será resultado de un proceso que incluya tender lazos con sus habitantes, presionar al Reino Unido a través de la adhesión de más Estados y organizaciones internacionales a la causa de Malvinas y sobre todo, sostener esa política, pensando más en la próxima generación que en la próxima elección. Como decía Winston Churchill, eso distingue a los estadistas.
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